Víctor Mira (Zaragoza 1949-Munich 2003) es pintor, grabador y escultor.
Su carrera artística estuvo marcada por un carácter autodidacta, desarrollando el grueso de su trabajo entre la pintura, el dibujo y la escultura. Su gusto por el arte propició que desde muy joven encauzara su trayectoria profesional, ya que con tan solo dieciocho años Mira pudo realizar su primera exposición de escultura en su ciudad natal, Zaragoza, coincidiendo, además, con que esta muestra era la primera que se celebraba al aire libre.
Durante la década de los setenta viajó por la Península a diferentes lugares, como Madrid, Barcelona o Pamplona, para luego pasar a conocer países como Alemania o Estados Unidos, invitado por el Meadows Museum de Dallas.
Su pasión por el arte vino de la mano de su gusto por la litera-tura. Así en 1975 publicó El libro de las dos hojas, y en 1978 Estética kebrada aragonesa. Además de las publicaciones citadas comienza a trabajar en su libro Tierra en 1979, y a principios de los ochenta pre-para su libro de grabados Cien imágenes de África, que se publicará años después, en 1996 concretamente.
Se observa en su trayectoria una actividad frenética, las exposiciones se suceden en diferentes puntos de la geografía peninsular, europea e incluso americana, sus publicaciones no cesan y sus trabajos se diversifican: posters, carteles, poemas, pintura, escultura y obra gráfica. Fue galardonado en el 2003 como Mejor artista español vivo en la Feria ARCO.
La muerte planeó siempre sobre su vida y su obra. Y la muer-te se lo llevó antes de hora. El artista zaragozano, cuyo trabajo y vida basculaban entre Barcelona y la pequeña población alemana de Breitbrunn am Ammersee, cercana a Múnich, fue un hombre de tormentosa agitación existencial, lo que dio a sus pinturas una gran intensidad. La muerte se produjo cuando el artista se lanzó a la vía de un tren de cercanías. La policía alemana señaló que la cocina de su residencia había ardido unas cuatro horas antes de su muerte. Las pérdidas materiales fueron cuantiosas, entre éstas mencionar la des-aparición de parte de su obra, pues según su galerista en Munich «se quemó gran parte de su trabajo». La noticia de su fallecimiento conmocionó al mundo del arte y en especial a su tierra natal. El galerista de Víctor Mira, Miguel Marcos, no encontró explica-ción al trágico desenlace. «No veo justificación a lo que ha pasado; hace unas tres semanas hablamos sobre proyectos. Estábamos pre-parando Arco y me pareció verle en un buen momento creativo». Para Marcos, «Mira era un animal pictórico, un hombre entregado a su trabajo, un monje en su taller que vivía por y para el arte». Mira siempre se sentía relegado en su propio país, lo que hacía de él un exiliado anímico. Para Marcos, «el reconocimiento de Mira ha sido lento y costoso en España, porque ha sido un artista rebelde, y eso no gusta actualmente a la sociedad».