Rolando Peña Díaz (Caracas, 1942) se inició en el teatro en 1958, cuando estudiaba en el Liceo Andrés Bello, en Caracas, y cursó estudios en la Escuela Cristóbal Rojas; en 1960 estudió en la Escuela de Teatro del Sindicato de Radio y Televisión; un año más tarde cursó danza moderna, después continuó su capacitación en la danza en Nueva York.
Posteriormente asistió a clases de diseño en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, UCV (1963-65). En 1965 produjo los primeros espectáculos multimedia realizados en su país, en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV. Peña fue uno de los primeros artistas en hacer espectáculos multimedia –en los que integraba danza, teatro, proyecciones de imágenes, cine y textos– en Latinoamérica. Estos abrieron las puertas del conceptualismo en un territorio que se debatía aún entre la búsqueda de su identidad cultural y la indagación en los nuevos lenguajes.
Vivió en Nueva York (1965-72); y en 1967 fundó el primer grupo latinoamericano de vanguardia, trabajando como actor en películas del artista plástico y cineasta estadounidense Andy Warhol (1928-87). En 1972 fundó el Taller Integral de Danza en el Ateneo de Caracas y luego protagonizó el cortometraje en súper ocho El
Príncipe Negro (1975), nombre que empleará luego como seudónimo y con el cual se dará a conocer.
En los años ochenta comenzó a trabajar con el concepto del petróleo, realizando numerosas obras de arte conceptual.
El tema del petróleo –y el barril, como su concreción simbólica– aparece en su obra en los años ochenta. En el variado panorama de su producción, el barril pasa a ser un signo inconfundible de su lenguaje. En la obra de Rolando Peña el barril de petróleo alude a la omnipresencia de este combustible en el mundo contemporáneo. Para el artista este es «una fuerza maravillosa y mágica», cuya cara negativa comporta «una gran decepción: el vasto camuflaje de la historia contemporánea». Peña entiende toda energía como una fuerza que acompaña el delicado equilibrio del universo, pero que también puede llegar a destruirlo.